Esto lleva a las personas a fantasear, acerca de potenciales cambios drásticos, en los cuales todo se compondrá, y todos los sufrimientos pasados desaparecerán. Y mientras tanto, los humanos dejamos pasar la vida, difiriendo aquellas pequeñas decisiones que al final si podrían suponer una cambio trascendental. Las diferimos por motivos múltiples, muchas veces porque creemos que son tan pequeñas y poco trascendentales, que no se justifica realizarlas, o porque da pereza realizarlas, o por simple comodidad. Y al final terminamos siendo arrastrados por la corriente, que en realidad es poco fuerte y con mucho caudal, pero sin un objetivo claro.
Lo interesante del asunto, es cuando por cualquiera que sea el motivo, decidimos afrontar la vida por lo que es, una sucesión de pequeños actos de significancia limitada y cotidianos. Y decidimos tratar de vivir esta cotidianidad de la mejor manera, y a través de ella tratar de realizar las metas en la vida. En otras palabras, cuando tratamos de ir hacia donde queremos, con el impulso propio, y a través de pequeños actos diarios. Al inicio es frustrante, todos los esfuerzos parecen ser perdidos, no parece estarse construyendo nada, poco a poco esta percepción cambia, las cosas parecen dar pequeños resultados, y estos incentivan. Finalmente, cuando miramos hacia atrás, vemos el camino andado, como hemos dado un giro grande, como hemos reencaminado el curso, y nunca hubo un gran paso. Solo hubo constancia, y pequeños logros, asociados a pequeñas derrotas, todas en una cotidianidad, que finalmente termina siendo digna de recordar.