Ahora tratemos de justificar la afirmación anterior, partamos del hecho que en la vida en realidad las opciones finitas que existen, no todas nos son accesibles; sucede que tenemos algunas piezas de información u objetos, que llamare cartas de ahora en adelante, y depende del azar en gran medida, cuantas cartas tenemos o cuales. Y al igual que en un juego de cartas, las otras personas también tienen cartas, que usualmente son diferentes a las nuestras, y que les permiten jugar el juego.
En este punto debemos recordar que al igual que en un juego usual, vamos jugando nuestras cartas y vamos encontrando nuevas cartas, que según la situación puede ser conocida o no por los otros jugadores. Esto hace que en la vida en parte el juego dependa de la buena o mala suerte que tengamos al obtener nuestras cartas, pero también de lo hábil que seamos para usar las cartas que tenemos, de cómo construimos nuestra baraja de posibilidades, y de cómo cañamos con nuestra mano, y como dejamos o no que los otros fanfarroneen.
En ocasiones, se juega las cartas asumiendo que se entiende el juego de las otras personas, y que el momento es adecuado para tomar el riesgo. Bajo esta perspectiva, a veces se pierde, otras veces se gana. Pero hay ocasiones en que se tienen pocas cartas, se sobrevalora una o un reducido número de estas, y se juegan todas las cartas para maximizar la oportunidad de una de estas cartas, y se descubre toda la mano, se toma el riesgo de fallar y no tener espacio para maniobrar.
Y se pierde; se queda nada en la mano, solo la vaga sensación de haber realizado la jugada adecuada, solo el consuelo de haber corrido el riesgo. En ese momento se revela todo, se ha jugado la última carta, no tenemos nada más para jugar, todos los otros concursantes lo saben, hemos perdido. Estamos vacios, sin posibilidad de volver al juego, y a la espera de tener la oportunidad de tener nuevas cartas; pero estas son generalmente poco útiles, y nos desdibujamos, tratamos de usar cada nueva carta, en un intento vano de mostrar que todavía hay esperanza, las jugamos en un intento desesperado de reconstruir la estrategia escogida. Casi nunca tenemos la suficiente paciencia, para recolectar nuevamente, lentamente y con mucho esfuerzo, una nueva mano, para poder intentar un nuevo juego.
A veces es mejor retirarse, y tratar de comenzar un juego nuevo, uno donde se tenga la oportunidad de poder tener nuevas cartas. Donde se pueda arrancar de algo cercano al cero, donde haya nuevos jugadores, con los cuales comenzar una nueva historia. Todo se reduce al final a un Odds, al cual apostamos, y con el cual nos hundimos.